20 de noviembre de 1845, es una fecha que nos lleva a recordar una de las epopeyas más importantes de nuestra historia.
Fue en esa fecha, cuando las dos potencias más grandes de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar nuestra patria, con el deseo de expandir sus mercados económicos, y dominarnos con sus importantes capitales.
Los buques invasores ingresaron en el Río Paraná, con la intención de comerciar libremente con el Litoral y el Paraguay, y navegar sin nuestra autorización, por el estuario del Río de la Plata y sus ríos interiores.
Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, decidió hacerles frente. Una de las estrategias que aplicó, fue cerrar el Río Paraná con baterías escalonadas a lo largo de sus costas, para librar batalla contra los agresores.
La principal fortificación argentina, dirigida por el General Lucio Mansilla, se ubicó en el lugar conocido, como “La vuelta de Obligado”, donde el río se angosta y describe una curva, lo cual dificultaría la navegación de los invasores.
Allí, nuestros heroicos antepasados, tendieron gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas, y de esta manera lograron, que durante el tiempo que tardaron en cortarlas, los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros, así como también terribles daños en sus barcos de guerra y en sus barcos mercantiles.
Luego de varias horas, el enemigo pudo franquear el paso hacia el Paraná, pero no logró ocupar las costas.
Algunos años más tarde, por vías diplomáticas, se consiguió el total reconocimiento de nuestros derechos.
Esta lucha desigual, entre los poderosos invasores y nuestros valientes soldados, librada “en la vuelta de Obligado”, permitió, que se nos declare definitivamente ante el mundo entero, como una nación libre e independiente.
Es decir, soberana.
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